jueves, 29 de enero de 2015

Poesía


Hace mucho tiempo que
nadie apoya mi cabeza en su vientre desnudo
y me mece el sueño con sus espasmos de vida
y me hace afirmar a su belleza
con respiración lenta y amiga mía.

Hace mucho tiempo que
nadie me lee poesía mientras recobro el aliento
y con sus pausas me traduce los entresijos
y convierte en verdad verdades que no era capaz de creerme
con respiración lenta y amiga mía. 
 ...





miércoles, 28 de enero de 2015

Chatarra

Amanecí en crisis con el medio. Tan en crisis que amanecí bastante antes que el sol asomara por el cielo que yo podía ver. Tan en crisis que amanecí antes que mi vecina de arriba. Tan en crisis que ni siquiera amanecí del todo, solo me erguí y repetí de memoria amaneceres inmediatamente anteriores.

Amanecí en crisis con mi persona. Tan en crisis que amanecí bastante antes de lo que me hubiera gustado. Tan en crisis que amanecí para hacer algo que no tenía el menor interés en hacer. 

Me encontraba en vertical sobre ese suelo de azulejo y recobré la sensación del pragmatismo en el que me desenvuelvo. Cada mañana, lo primero que piso es un facilmente fregable suelo frío como si se hubiera cerrado un acuerdo para el que a mi no me habían llamado en el que se prefería que el suelo simulase estar limpio antes que calentito por las mañanas.

En la calle sólo hallé culpables. Un despreciable conjunto ordenado de micro-culpables. Hormiguitas trabajadoras que necesitan un coche mejor y mejor, un smartphone de última generación y lucir brillante ante los prójimos. Ante unos prójimos que, por otra parte, necesitan para construir este mundo que se infla de aire como una bolsa de palomitas para microondas. Este mundo insaciable, desmesurado, voraz, exponencial y vacío... muy vacío.

Arrastraba los pies hacia mi coche pensando en el fin de todo esto y mi cabeza empezó a saltar ensimismada de peldaño en peldaño por las escaleras de Escher hasta que choqué con una bandeja de horno oxidada y guarra que, en las proximidades de un desbordante contenedor, interrumpía el paso por la oxidada y guarra acera. En ese instante vi claro que mi cometido era el de llenar de objetos, útiles al principio e inútiles al final, los contenedores de este mundo insaciable. Pensé en esas explanadas llenas de chatarra donde todos los dias una manada de niños desnutridos y madrugadores, eso si, husmeaban en la búsqueda de cobre que devolver a la cadena como único agotable valor en este planeta. Si fuera al revés y el cobre vendiera al niño nadie le daría nada. El mismo pragmatimo de mi suelo frio tasaba a la baja al pobre chicuelo. Los mismos micro-culpables que amanecieron en crisis con sus medios y que te juzgan de reojo si no eres de provecho para su elucente fin de montañas de objetos ex-utiles, son los que prefieren cobre a humanidad.

Seguí arrastrando los pies repitiendo de memoria amaneceres inmediatamente anteriores y repasando, con mi mirada, esta acera tan oxidada y guarra.

Buenos días.

lunes, 26 de enero de 2015

En las curvas

El parabrisas llevaba años estropeado y sólo se podía ver por la zona menos opaca del cristal. Además yo era un tipo bastante grande con lo que necesitaba conducir curvado, como ensimismado en la carretera, para poder ver a traves de ese hueco menos sucio. Sonaba un recopilatorio en cinta de Dr.Feelgood que había robado en los almacenes el Pilar allá por los 90 en una de esas gamberradas que me excitaban hasta llegar al éxtasis. Ese prolegómeno vital.
 
Ella respiraba fuerte en el asiento de atrás. Respiraba fuerte y gemía en las curvas. "¿Por qué no paras un ratito?" me preguntaba. Yo no podía girarme, estaba demasiado concentrado en mantener mi vieja chatarra entre esas dos lineas blancas de la calzada, pero le contestaba y le echaba un leve vistazo por el retrovisor colocado estratégicamente para alcanzar comunicación visual con ella. Estaba recostada en el asiento, medio de lado, con su larga falda subida hasta casi taparle la cara por completo y con la mano izquierda impidiendo con firmeza que sus bragas regresaran a la posición de partida. Todo esto lo imaginé sólo con verle los ojos por el retrovisor. Los ojos y el dedo índice que de vez en cuando se llevaba a la boca. "No puedo bonita, tenemos que llegar y aquí parados no hacemos nada". Ella no se resignaba, ni siquiera se enfadaba, ni siquiera protestaba... simplemente volvía a respirar fuerte, volvía a gemir en las curvas y volvía a repetirme la pregunta. No se cansaba, no desistía. Ella tenía claro lo que quería. Y yo también.

Retroceder hacia delante

No lo puedo negar y no voy a hacerlo. Tenía una dolorosa sensación de fracaso debajo de mi gabardina. Mi paso era claro y decidido pero de los tobillos para arríba todo temblaba y dudaba. Como un ex-alcohólico dejando atrás el dolor de un portazo y volviendo hacia el bar. Era como ver de frente a mi cuerpo caminar hacia atrás. Como retroceder hacia delante.

En el momento de girar la esquina y entrar de nuevo en el callejón, la ciudad apagó el volumen, desapareció, se murió, salí de ella... Y la falta de sonidos hizo que se viera mejor. Brillos, reflejos, humedad azul y humeante, una calle en blanco y negro que antes era marrón y, apagado, frio y viejo, mi pequeño escarabajo gruñía en la sombra. Solo.

Estaba abierto. Nunca fue necesario cerrarlo, nadie lo quiere, nadie lo necesita. Me metí dentro respirando humedades que tenían 6 años y enfriándome por el frio de hace 6 inviernos. No encontré postura envuelto en mi gabardina mojada y, al darme cuenta de que aún la tenía puesta, pensé en si querría decir que sólo estaba de paso. ¿Sería como no aceptar un café a tus anfitriones porque "ya me marcho ahora"?.

Hacía años que no volvía al viejo coche con el que había atravesado mis sueños. Con el que los había convertido en cruda realidad. Con el que me había alejado de él y de mi. Mi pequeño escarabajo, el de las cintas de Rory y la inocencia devoradora. 

He vuelto amigo, vámonos.

miércoles, 21 de enero de 2015

Amor y pena

Hace años que nuestras sonrisas ya no se tocan. Que no les dejamos juntar sus labios carnosos y felices. Hace años que nuestros días bonitos ya no se cruzan, les tenemos el camino cortado y separado para que nunca se rocen. Pero hay un resquicio en la mala notica, dos halos de sombras grisaceas que se nos cuelan entre los dedos y se cruzan en un infinito subterraneo y apesadumbrado. Porque nuestras alegrias no se conocen pero nuestra penas cada vez que se ven se tantean, se miran, se desean, se tocan, se besan. Nuestras penas y nuestros malos despertares... Juguetean, se conocen, se gustan... se aman.

Y follan como locos en mi colchón de mal augurio y mi miedo se clava en tus pesadillas mientras mi mano menos diestra corretea por tus dudas hasta el centro de tu punto débil. Y me comes el talón de aquiles. Y yo bajo y me hundo en la humedad de tu fracaso. Y cabalgas a lomos de mis desgracias intensa y rojiza mientras tu dos complejos botan sobre mí con mansedumbre y belleza triste. Durante horas. Largo y eterno cómo todo lo desagradable. Ensangrentada pasión de lamentaciones y daños colaterales. Y mis odios y vacios porvenires bombean fuerte en ti. Tanto que parte de mi desgracia se incrustará en tu fina piel para siempre hasta que todo tiembla como un terremoto freudiano cuando los vecinos abandonan sus casas y tintinean las botellas vacías de nuestros hígados llorones mientras no puedo dejar de verter dentro de ti litros y litros de quejas entre gritos de auxilio y caras de pánico. Nuestras maravillas ni se rozan ni ya se acuerdan la una de la otra. Pero ay nuestros problemas! Ay que bien se lo pasan!.