lunes, 26 de enero de 2015

Retroceder hacia delante

No lo puedo negar y no voy a hacerlo. Tenía una dolorosa sensación de fracaso debajo de mi gabardina. Mi paso era claro y decidido pero de los tobillos para arríba todo temblaba y dudaba. Como un ex-alcohólico dejando atrás el dolor de un portazo y volviendo hacia el bar. Era como ver de frente a mi cuerpo caminar hacia atrás. Como retroceder hacia delante.

En el momento de girar la esquina y entrar de nuevo en el callejón, la ciudad apagó el volumen, desapareció, se murió, salí de ella... Y la falta de sonidos hizo que se viera mejor. Brillos, reflejos, humedad azul y humeante, una calle en blanco y negro que antes era marrón y, apagado, frio y viejo, mi pequeño escarabajo gruñía en la sombra. Solo.

Estaba abierto. Nunca fue necesario cerrarlo, nadie lo quiere, nadie lo necesita. Me metí dentro respirando humedades que tenían 6 años y enfriándome por el frio de hace 6 inviernos. No encontré postura envuelto en mi gabardina mojada y, al darme cuenta de que aún la tenía puesta, pensé en si querría decir que sólo estaba de paso. ¿Sería como no aceptar un café a tus anfitriones porque "ya me marcho ahora"?.

Hacía años que no volvía al viejo coche con el que había atravesado mis sueños. Con el que los había convertido en cruda realidad. Con el que me había alejado de él y de mi. Mi pequeño escarabajo, el de las cintas de Rory y la inocencia devoradora. 

He vuelto amigo, vámonos.

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