viernes, 6 de febrero de 2015

Gimnasia par

Escogí un elegante modelo que combinaba pantalón corto negro y una camiseta de los PRAU y que llevaba con el mismo andar y porte que gastaría si se tratase de un vaquero roto y una chupa con parches de excorbuto. El rockerillo se enfrentaba a su primer día en un gimnasio.

Yo nunca había entrado en un lugar así y me sentía realmente tímido y extrañamente avergonzado de cada uno de mis movimientos como si otro yo, tan vacilón y antiempático, me observara y me fuera a putear como yo putearía a cualquier otro tímido novato en una situación en la que me encontrara más en mi onda. Me empecé a sentir culpable por haber sido tantas veces tan gilipollas y pasé a caminar como un rockerillo tímido que se sentía culpable de haber sido tantas veces un rockerillo vacilón. Me está de puta madre. El universo me esta devolviendo lo que yo le había dado. Bien merecido. Y ese fue el extraño axioma que empecé a descubrir en el gimnasio. Todo lo que va, luego vuelve. Todo lo que vuelve, va.

En un gimnasio todo es par, cuadrado, cerrado... Todo es finito y se anula entre si. Cada uno de los grupos musculares que me pusieron a trabajar se completaban en dos ejercicos que, basicamente, consistía en empujar un peso primero y tirar de otro peso después. Push y luego Pull. Para alguien tan de ciencias y pragmático como yo eso es un reto absoluto y una afrenta a su paz interior... Te descuernabas un número par de veces al empujar un peso y, aunque una ensoñación de autocomplacencia pragmática te invitara a sentir dentro de ti que lo estabas desplazando en cada una de las 4 series, acto seguido te veías inmerso en otro ejercicio que consistia en lo contrario: descuernarse un número par de veces al tirar del mismo peso con lo que, en la misma ensoñación de autocomplacencia pragmática, lo volvias a dejar en su lugar. Era realmente demencial e insoportable para mi soñar con ejercer una fuerza que cambiara de algún modo el universo para, instantes después, volver a ejercer la misma fuerza pero al revés. Eso me ocurrió con el pecho, con las piernas y con los brazos. Malgasté las energias de tres importantes partes de mi cuerpo en no hacer absolutamente nada. Me sentía desorientado e imbécil y empecé a entender como todo lo que ocurría entre esas cuarro paredes de espejo era absolutamente cerrado, par, cuadrado. De hecho, si en vez de un gimnasio fuera un problema matemático, el resultado sería cero. Sin duda.

Tenía decidido seguir volviendo para dedicarme únicamente a correr en una cinta en la que había corrido para calentar al principio. Cuando llegué, el monitor me había recibido sonriente y, mientras me imprimia un programa de ejercicios tan estudiado, tan estudiado que, como ya dije, la cuenta daba cero, me indicó que tenia que hacer 20 minutos de carrera continua en una cinta. La verdad es que la expieriencia fue bonita porque cerrabas los ojos y te imaginabas corriendo por un pasillo, saliendo del gimansio y atravesando  rios y leiras somo si tus pies flotaran por encima del relieve. Sentía olor a desplazamiento y me colmaba de algún modo...

Al terminar la tortura del conjunto cerrado y con una carrerita por los prados cómo bagaje, decidí marcharme a casa y me despedí del monitor que se apuró a mandarme aflojar los musculos y la respiración haciendo, antes de irme, 20 minutos más de cardio en una bicicleta que, cómo no!, apuntaba en el sentido contrario de la máquina de correr con la que me había desplazado campo a través... Me estaban haciendo volver!! No les habia gustado una mierda que alguien se fuera de ahí en positivo y me obligaban a saldar mis cuentas en aquellas cuatro paredes de cristal antes de irme. ¿Quién coño era ese maldito novato que, por su cuenta y riesgo, había decido dejar su marcador en positivo? Tú a volver como todo el mundo...

Y me fui y todo quedó como lo había encontrado.

No hay comentarios: